miércoles, 12 de junio de 2013

Introducción


El Demonio “Otro” dentro de la sociedad, representación a través del arte.
Al hablar sobre el origen del demonio, tenemos que tener en cuenta que no podemos tomarlo de ninguna forma que nos haga participes ya sea en una religión o sectas, sino que únicamente tenemos que ver como se concibió en la mente  de los seres humanos y a la vez  trasciende a la realidad   y toma la forma de un ser que causa daño simplemente el ser humano trata de culpabilizar a alguien o algo de actos que desde su moral están mal.
Por lo que el demonio, carece de todo tipo de sensibilidad, afecto, culpa, cariño, solidaridad, de amor y de paz, llegando a tener como principales virtudes: la ambición de poder, control y arrogancia; Para ello utiliza el dolor, la aflicción, la tristeza, angustia,  desesperación y de todo aquello que es mortificante, humillante.
Se siente complacido en aquello que es contrario al orden natural de las cosas, pervirtiéndose en una lujuria excesiva que corrompe la conciencia, la dignidad, el cuerpo, el honor, sustentándose entonces en el espíritu enajenado de una corrupción perjudicial buscando la destrucción del otro.

Su representaciones iconográficas dependerán de la concepción de cada cultura, tribu, individuo, la variedad de metamorfosis que presenta la imagen demoníaca es una manifestación más de la propia naturaleza del mal, los rasgos más frecuentes que tienen son:  alas, cuernos, zarpas, pezuñas, garras, cola, tridente, su rostro de poco agraciado que remarcan su carácter animalesco.
Las representaciones de los demonios corresponden a adaptaciones de los miedos y ansiedades. El “otro” en el visón Europea suponía un miedo a todo aquello que pertenecía a un mundo cultural distinto al propio, donde lo lejano, lo diferente, lo desconocido y lo monstruoso definían al sujeto que encarnaba la otredad
De la misma forma en que el Demonio desempeñaba el papel de la “alteridad divina”, los sujetos “Otros”, realizaban el mismo rol pero en el mundo terrenal; de allí la asociación entre el uno y los “Otros”. En un principio, Europa había identificado al Demonio con los sujetos marginales de su contexto medieval (judíos, musulmanes y gitanos), una lógica de identificación que fue traspasada a territorios americanos —pero adaptada al contexto específico colonial— donde se identificó con el Demonio con aquellos grupos sociales que constituían una amenaza por la posible transmisión de la idolatría y prácticas paganas, lo que afectaría la consolidación de las costumbres españolas- católicas. El demonio americano como herencia medieval es muy importante.

La imagen del diablo bajo forma antropomorfa predominará hasta el siglo XI, aunque tras el año mil adquirirá determinados rasgos, como la desnudez o la oscuridad de su piel, que servirán para remarcar su carácter imperfecto. En el siglo XI se culmina un proceso, iniciado en el siglo IX, en el que la representación del diablo se concibe a partir de una forma humana distorsionada asociada con la deformidad y la bestialidad.

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