En
la mitología romana, Plutón (en latín Pluto;
en griego
antiguo Πλούτων Plouton)
era el dios del inframundo.
Su equivalente en la mitología griega era
Hades,
aunque Plutón era más benigno. En cuanto a la etimología del nombre se le
confunde con el de Pluto (en
griego antiguo Πλοῦτος Ploutos), el dios griego de las riquezas.
Este
nombre se deriva de una palabra griega que quiere decir «riqueza», para
significar que la contiene la tierra en sus entrañas, y fue el que recibió el
hijo de Saturno a quien tocó el reino subterráneo de los infiernos. No halló su
majestad diosa que quisiese compartir con él su triste imperio, y tuvo que
robar a Proserpina, hija de su hermana Ceres. El dolor que por este rapto
sintió esta diosa, que corrió mucho tiempo tras del raptor y de su hija, es muy
nombrado en la Mitología.
Mito:
Su
palacio se ubica en mitad del Tártaro,
donde como soberano vela por la administración de su estado y dicta sus
inflexibles leyes. Sus súbditos, sombras ligeras y miserables, son tan
numerosos como las olas del mar y las estrellas del firmamento: todo lo que
la muerte cosecha
sobre la Tierra vuelve a caer bajo el cetro de este dios, aumentando su riqueza
o convirtiéndose en su presa. Desde el día en que inauguró su reino, ni uno de
sus ministros infringió sus órdenes, ni uno de sus súbditos intentó una
rebelión. De los tres dioses soberanos que controlan el mundo, él es el único
que nunca ha de temer la insubordinación o la desobediencia y cuya autoridad se
reconoce universalmente.
Con
el tiempo la imagen del dios terrible cambió, llegando a considerarse el dios
benefactor, dispensador de riquezas y pasando a ser representado con actitudes
y fromas agradables.
Se
le solía representar con un casco de piel de perro y con un cetro, y cerca de
un ciprés, que representaba la melancolía y el dolor.
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